Es curioso como el arte imita a la realidad y la realidad al arte; la vida a la ficción y viceversa.
En los años de la “milagrosa” generación que cambió Hollywood –entiéndase por esta a aquella de los tiburones y los extraterrestres, espadas de luz y taxistas perturbados, mafiosos y exorcismos- allá por los 70, un judío de mediana estatura -y no se trata de un clarinetista por todos conocido- discípulo de Kubrick, manejó a su suerte y a contracorriente del gusto del público de la época un género en decadencia y que no volvería a florecer hasta finales de los 90 y principios del presente siglo por obra y gracia del cine independiente: la comedia dramática; cosechando notables obras como Bob&Ted&Carol&Alice (1969) o Una mujer descasada (1978), de entre las cuales sobresalía una pequeña joyita llamada Harry y Tonto (1974) que narraba la historia de un viejo profesor viudo que emprendía un viaje de Nueva York a Los Ángeles acompañado de su fiel gato Tonto.
Curiosamente esta semana se publicó un libro que guarda similitud en cuanto al título de la película y en lo que a personajes se refiere. Joseph y Chico (que es como se titula) cuenta a través de los ojos de un gato la vida de su amo, que no es nada menos que el Papa Benedicto XVI. En realidad el “cuento” por así llamarlo, narra a modo de biografía -atención- autorizada la vida del pontífice desde su más tierna infancia en Alemania hasta su elección como Suma Autoridad. Lo más extraño de todo es que Ratzinger haya dado el visto bueno al libro, por lo que no es de extrañar que más de uno piense por Italia que lo haya hecho para quitarse el sambenito que lo persigue desde que lució por primera vez la tiara; popularmente es nombrado jocosamente por el pueblo romano como el “pastore tedesco” –literalmente pastor alemán- y todos sabemos de buena tinta que los perros y los gatos no se llevan bien, por eso será que el gato sea la voz omnisciente del relato y que cuente todas las bondades de las que su amo ha sembrado el mundo. Por su parte el sacerdote Ganswein, mano derecha del Pontífice, a escrito el prólogo de la primera edición y como cabría esperar exalta lo maravillosa que puede llegar a ser la lectura del libro al que califica como “verdad y muy interesante”.
Benedicto puede que sea aficionado tanto al fútbol –la recién fundada Clericus Cup se a producido bajo su pontificado- como a la literatura, ya que por lo que se ve la jugada le está saliendo redonda, no podía tener mejor publicidad de sí mismo. Es en este preciso punto donde empiezan a confluir la ficción y la realidad, o mejor dicho la realidad que se quiere parecer a la ficción o la ficción que quiere maquillar la realidad.
Woody Allen (ahora sí) en su película Misterioso asesinato en Manhattan (1993) refleja magistralmente en la medida escena final, entre los bastidores de un teatro antiguo y bajo los efectos ópticos producidos por los espejos, la solución a la hipótesis sobre que la vida es la que imita al arte (entendido como ficción) y no al revés.
Sin ir más lejos, el australiano Morris West escribió Las sandalias del pescador de manera fortuita con el único objetivo de poder seguir comiendo. La novela, que al poco tiempo se convirtió en tiras de celuloide, alcanzó la cota máxima de ventas década y media más tarde como consecuencia de la elección de Karol Wojtyla como Papa, cuya vida era casi calcada a la del protagonista Ciril Lakota. Al igual que este también estuvo trabajando en una cantera o fue igualmente precursor de un lavado radical de imagen al Vaticano; además, como en la novela, Wojtyla fue el primer cardenal de un país del este en ser nombrado Papa. Desde entonces West es sinónimo de profeta.
A diferencia, Joseph y Chico cuenta las peripecias de dos amigos, dos vidas unidas por un estrecho lazo de fidelidad, que están aderezadas con pasajes que invitan al lagrimeo fácil, como aquel en el que el amigo felino salva a su amo de morir ahogado como si de una versión moderna (alterada y santificada) del cuento de Perrault se tratara. Por todo esto podemos deducir que ni Joseph (el del relato) es ni por asomo el Lakota de West, ni tampoco el Harry de Mazursky. Aunque ¿quién sabe? A lo mejor algún día su Santidad decida huir de la monotonía vaticana y emprenda un viaje a sus orígenes acompañado de Chico.
El libro, escrito por milanesa Jeanne Perego, saldrá publicado la próxima semana no exento de polémica. Para ello la editorial Messagero di Padova a lanzado una campaña de promoción dirigida exclusivamente a los niños.
Si la fórmula funciona, no sería extraño que publicaran una segunda parte titulada Joseph e Ingo, el golden retriever que acompañó a Ratzinger durante su estancia en Baviera.
1 comentario:
Al margen de si Ratzinger tiene el carácter más o menos agrio, que eso no lo sé, lo que está claro es que este hombre tiene un parecido acojonante con el senador Palpatine (el archimalo de Star Wars, por encima de Darth Vader). Lógicamente, esto no le puede dar una buena imagen a casi nadie. Quizá un libro narrado por un animalico pueda mostrarnos el lado más entrañable de su persona, ¿no? Además, el narrador no debe sorprender tanto. Ya hay un periodista medio enamorado de su gato que escribió una novela sobre su mascota, y de cómo ésta dominaba su vida, jeje.
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